La artesaní­a criolla de desviar turistas hacia Laos

Vivo, desde hace una respetable cantidad de años, en San Telmo. Y el barrio ha cambiado. Radicalmente, diría. Cuando llegué era medio pesado, oscuro, con esa melancolía más o menos rancia que padece la pobreza y explota el tango. Mucha casa tomada, vecinos de aspecto dudoso, boliches del dos por cuatro, lindos bares tradicionales, restaurantes de medio para abajo.

Y hay que reconocerlo: el Gobierno de la Ciudad metió mano y bien. Reglamentó, como sucede en las buenas ciudades del mundo, qué podía hacerse y que no. Y ensanchó calles y empedró otras e iluminó la zona con faroles coloniales. De un viejo mercado pulguiento se hizo un centro cultural muy concurrido. El barrio empelechó. Y los turistas comenzaron a frecuentarlo con menos timidez.

Al aprolijamiento edilicio, se le sumó una cierta movida under. Fueron apareciendo boliches alternativos, como el mítico «Sarajevo». El rescate de lo antiguo, váyase a saber por qué, trajo aparejado el desembarco de cierto refinamiento posmomoderno. Se abrieron restaurantes de autor, casas de cosas criollas, boliches donde se puede comprar ropa pero también tomar una copa o comer algo.

Finalmente, hubo como un estallido: empezaron a proliferar comercios sofisticados, comederos cada vez más caros, los llamados hostels (ex conventillos reciclados) y en el barrio se instaló una noche importante que ya mueve mucha gente.

¿Cuál fue el motor de toda esta mutación? El turismo, sin duda. Ese personaje que es la vikinga rubiona, de musculosa, sin un gramo de pintura y expresión infatigable, bermudas con medias, con una botella de agua en una mano y un mapa arrugado en la otra, ya es una postal tan de San Telmo como las impecables cúpulas del Buen Pastor o los melancólicos émulos de Gardel que fatigan la feria de antigí¼edades.

El cambio lo dispararon esos extranjeros de toda edad, sexo y condición social que llenan barrio con los sonidos del inglés, el italiano, el francés, el portugués, el alemán, el holandés… Con los que se mezclan las jergas juveniles y las tonadas del turismo interno. Por todo lo cual San Telmo rebosa de la belleza vivaz de la diversidad.

A toda esta curiosa y buena gente que viene del otro lado del mundo hasta el mismísimo tujes del mismo para dejar aquí un paquete de euros o dólares esta semana el país le deparó una película de terror llamada «Sin vuelos por el conflicto en Aerolíneas». Un filme patético que puede espantarlos lo suficiente como para que lleguen a pensar que â??aunque sin tango, simpatía criolla y el brillo apetitoso que patina al bife de chorizoâ?? India, Egipto, Perú y Sudáfrica, al fin y al cabo, ni son tan peligrosos ni quedan tan lejos. ¡Vamos, Argentina!

http://www.clarin.com/diario/2005/12/04/sociedad/s-04510.htm

1 comentario en “La artesaní­a criolla de desviar turistas hacia Laos”

  1. Si yo estoy tambien en San Telmo hace muchos años y ha cambiado radicalmente para bien , pero hay que tener en cuenta que hay que cuidarse al salir en algunas horas de la noche. Si bien no es tan peligroso como era antes hay que estar atento. No es todo color de rosa realmente. Yo no me animo en algunas calles a caminar ni pasar cerca por las 23 hs. Hay algunas calles que puede estar sin problema todo el dia y cualquier hora de la madrugada sin preocuparse.

    San Telmo a pesar de todo me sigue gustando!.

    Muy buena la pagina!. Chau

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