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Es especial cada enfrentamiento entre Argentina y Brasil, porque lo afirma la historia. Es diferente, por los antecedentes, por esa huella que dejaron en el fútbol mundial miles de cracks argentinos y brasileños. Y es diferente, porque cada capítulo de 90 minutos encierra la promesa de un desafío de ingenio, habilidad, talento, imaginación, fuerza, potencia y pasión, nada menos.

Este clásico de clásicos que comenzará a las 21.45 en el Monumental es una cita imperdible. En este caso, convocan las Eliminatorias al Mundial, pero cuando están frente a frente Argentina y Brasil con una pelota en el medio, importa poco la cuestión circunstancial por la que juegan. Importan que jueguen.

Y otra vez, entonces, el choque de estilos. Y de ambiciones y de objetivos, también. Brasil, con su marca patentada, matizada con detalles tácticos de acuerdo a estos tiempos: asumiendo más riesgos o menos riesgos en el campo, pero siempre dependiendo del pulcro o elegante manejo de la pelota. La Selección anda tratando de afirmar el modelo, con algunas trastabilladas por priorizar sistemas cuidadosos y dejando excesivas confusiones en cuanto a la identidad que persigue el equipo. Pero hay una forma que identifica al fútbol de esta latitud: que pasa por rescatar y resaltar a los que más saben, con orden, dedicación y convicciones.

El dato estadístico ayuda para orientar la calidad de este partido. Hubo 33 victorias para cada seleccionado y 22 empates. Y 144 goles argentinos contra 135 brasileños. Una paridad llamativa en los fríos números, que quizás no transmitan lo que provocaron sentimentalmente cada uno de esos entreveros. Ahora, en estos tiempos donde incide el cálculo y se mide cada paso en la cancha, porque la presión por ganar y la presión por perder están presentes, igual existe un estímulo extra (además de poder sellar el pasaporte al Mundial con un triunfo) ante este acontecimiento futbolero. Al cabo, seguramente el orgullo de los jugadores siempre supera cualquier presunción. Eso esperamos, por supuesto.

Si bien Pekerman no lo confirmó, es casi una fija que el once titular que saldrá al Monumental será: Robero Abbondanzieri; Fabricio Coloccini, Ayala y Gabriel Heinze; Luis González, Javier Mascherano, Juan Pablo Sorín y Cristian González; Riquelme; Javier Saviola y Hernán Crespo.

El sistema elegido sería el 3-4-1-2, con la particularidad de que Sorín jugará como «comodín»: irá permanentemente como extremo izquierdo pero pasará enseguida a defender como 3 para contrarrestar el «circuito letal que forman Ronaldinho, Adriano y Robinho», según adelantó Pekerman.

¿Brasil? Aseguran, repetirá el esquema que le sirvió para apabullar a Paraguay. El equipo dirigido por Parreira suele esperar en el medio y partir. La Selección, a su vez, dependerá de Riquelme y compañía. De la solvencia de Ayala y el resto de la línea para sostener al equipo, de la fibra de Mascherano, del ida y vuelta de Lucho, del fervor de Sorin y del socio de Crespo. Y ya está. A jugar. Para que el fútbol viva.

http://www.clarin.com/diario/2005/06/08/um/m-991659.htm

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