Novias – De pánico, reflejos rápidos y novias fugitivas

La estadounidense Jennifer Wilbanks, la novia que debía casarse el sábado y en pleno ataque de nervios fingió un secuestro para desaparecer y huir de la boda, es un caso de pánico sorprendente pero, según los expertos, no único.

Carl Hindy, psicólogo de las afueras de Boston experto en terapia matrimonial, conoce muy bien los síntomas de un mal que, como todos, parece empeorar con la edad. «La decisión de casarse se hace más difícil después de los 20″, dijo Hindy a la agencia EFE. Y Wilbanks, de 32 años, ya pasó la barrera de los 30.

«Está comprobado, estadísticamente, que la mitad de los matrimonios fracasa -explica Hindy-. Si la mitad de los aviones se estrellara, uno pensaría dos veces antes de subir.»

Aunque no existen cifras oficiales sobre plantones matrimoniales, Rachel Safier, una novia arrepentida que canceló su boda «de mutuo acuerdo», en 2001 aseguró -en una entrevista con The Washington Post tras su ruptura- que unos 500.000 novios tiran la toalla cada año en Estados Unidos.

A Safier, que escribió un libro sobre su experiencia y la de otras 62 novias, el escándalo de Wilbanks le ha venido como anillo al dedo, al convertirse en estos días en la estrella invitada de varios programas televisivos. En una entrevista con la CNN, aseguró: «Nunca sentí eso de que era el momento más feliz de mi vida. Me sentía fatal». Pero Safier desaconsejó actuar como lo hizo la «pobre» Wilbanks.

Wilbanks, la novia de una localidad de las afueras de Atlanta (Georgia), cuya aventura se ha convertido en un verdadero espectáculo mediático, optó por un camino distinto. Más parecido al del personaje que encarnó Julia Roberts en Novia fugitiva.

Ella desapareció el martes último, cuando emprendió un viaje secreto en micro. El viernes, después de recorrer miles de kilómetros, llamó a su novio, a la policía y aseguró que sus secuestradores la habían liberado en Albuquerque (Nuevo México).

Durante los cuatro días en los que estuvo desaparecida, Wilbanks movilizó a cientos de policías y voluntarios, entre ellos muchos invitados a su fastuosa boda frustrada, en la que se esperaban unas 600 personas.

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